jueves, 12 de diciembre de 2013

Canela

    
La habitación era muy blanca y pulcra, en el ambiente no se percibía olor alguno, las paredes eran blanca, al igual que el piso, el techo  y la amplia puerta que era el único acceso visible, no habían ventanas, en cambio había sido colocada en una pared una imagen con calidad fotográfica de un paisaje urbano que recibía iluminación directa para darle vida, pegadas a la pared opuesta habían cuatro camas clínicas, cada una con su conjunto de instrumentos  monitores médicos, tres de ellas estaban ocupadas, por pacientes inconscientes, el mas cercano un hombre joven muy blanco, de cabellos negros como el azabache y de rostro atractivo, el segundo es un hombre mayor con expresión relajada y la cara marcada por cicatrices de heridas que debió  haber sufrido hace ya mucho tiempo, el tercero parecía una momia cuyos miembros habían sido cercenados, envuelto en gasas y esparadrapos, infinidad de tubos salían de entre los vendajes, todos estaban conectados al otro extremo a un panel en la pared, por ellos circulaban líquidos, de distintos tonos y sangre del mismo paciente. El único movimiento de la habitación era el de las dos pequeña cámara colocadas estratégicamente en esquinas opuestas. Un breve tono inunda el silencio de la habitación y le sigue el chasquido de cierre electrónico de la puerta, que se abre para dar paso a un hombre mayor enfundado en una bata blanca, con lentes cuyo marco es de metal oscuro y un espeso bigote canoso.
- Buenos días Ian, dame un resumen del progreso del paciente T-3 - dijo el hombre de blanco, inmediatamente una voz neutra, ausente de emoción llena la habitación,
- Buenos días doctor Fleischer, el paciente T-3 se encuentra actualmente en estado estable, la cicatrización de las heridas superficiales se ha completado satisfactoriamente, ya es posible remover los vendajes, sin embargo no reacciona eficientemente al curador, y la regeneración de los miembros está  tomando mas tiempo del estimado - Ian, es el nombre que la daba el equipo médico, pero lo correcto es IAAM por Inteligencia Artificial para Asistencia Médica, y responde únicamente a las ordenes del personal de las instalaciones.
- Ian, ¿Ya se realizó el análisis de compatibilidad de ADN? - El doctor Weiss Fleischer lleva viviendo mas de 40 años en el país, llegó en los 70 para iniciar una investigación con el Doctor Convit, luego de un descubrimiento clave en el campo de la regeneración celular es contratado por una agencia secreta privada y desde entonces ha dedicado su vida al desarrollo de tecnología en el campo de la biomédica.
- Afirmativo doctor Fleischer. - La voz fría de la inteligencia artificial era algo hecho deliberadamente para evitar que el personal olvidara que trataban con algo no humano, sin embargo al doctor Fleischer se le olvidaba con frecuencia y desesperaba cuando la máquina respondía sus preguntas de forma sistemática y exacta. - ¿Podrías elaborar? ¿qué resultados arrojaron los análisis? - un tono de disgusto se dejó apreciar en la voz del doctor.
- Compatibilidad de ADN al proceso de regeneración de 99.7%. Mínima probabilidad de fallo.
- ¿Qué puede estar ocasionando este comportamiento? ¿Qué no está funcionando adecuadamente? - Pensó en voz alta el doctor, pero Ian lo interpretó como un requerimiento y extendió el análisis.
- Las ondas cerebrales del paciente T-3 presentan un comportamiento atípico, las evaluaciones médicas indican que no hay daño cerebral permanente, sin embargo el patrón de ondas corresponde a sujeto ausente.
- ¿Que? - casi grita el doctor Fleischer - eso es imposible, eso es solo teórico o cosas de monjes budistas. Pon en pantalla el análisis de ondas cerebrales.

...

    La paz que lo rodeaba era abrumadora, no había ruidos que lo hicieran sobresaltarse, la luz del ambiente era perfecta, el aire se sentía ligero, diáfano, la temperatura ambiental era perfecta. - Debo estar muerto - pensó, pero algo le hacía intuir que no era así - ¿en donde estoy? - trató de enfocar la vista para detallar su entorno, pero todo era muy confuso, hasta que vio una pequeña luz, como una ventana y decidió acercarse, pero no sentía las piernas, ni los brazos, sin embargo, sintió que se desplazaba hacia la ventana, ya cerca de la misma pudo ver una figura, era una mujer, si, una mujer mayor, era su...
- ¡Mamá! - gritó, pero aún no estaba tan cerca de la ventana como para que su madre escuchara. Corrió a la venta con las piernas que no sentía y se sujetó al marco de la misma con los brazos que no sentía. - ¡Mamá! - volvió a gritar, observó a su madre detenerse frente a la ventana sin mirar directamente - ¡Mamá, aquí estoy! - insistió, la anciana volteó la cara hacia él para luego gritar y echarse a llorar desconsolada - Sabía que estabas muerto, ¡ay, mi hijito adorado, ay! - se tapó el rostro con las manos pero tantas eran las lagrimas, que empezaron a salir por entre los dedos.
    Fue entonces que Evaristo sintió frío pero no era un frío de esos que sientes en la piel o en los huesos, ese que te hiela el alma y te deja petrificado, quería llorar, pero no podía, quería gritar y no lograba emitir sonido, quiso soltarse de la ventana pero esos brazos que no sentía ya no le respondían y de repente todo se puso oscuro, solo escuchaba la voz de su padre llamándolo en un tono calmado y tranquilizador.

...

- Doctor Fleischer, los patrones de ondas cerebrales de los pacientes T-1 y T-3 han cambiado y se comportan de manera irregular - indicó Ian.
- ¿Que irregularidad están presentando? - preguntó el doctor con un marcado tono de fastidio en la voz
- Ambos patrones tienen onda portadora sincronizada.
- ¿Que? Ian, muestra en pantalla ambos patrones. - el doctor mira detenidamente las imágenes unos instantes - Ian, por favor realiza un diagnóstico de los equipos de medición de ondas cerebrales.
- Enseguida doctor. - Se apresuró a responder al IA.
Luego de 30 segundos la inteligencia artificial, Ian, con un breve tono llama la atención del profesor que se veía absorto en sus pensamientos.
- Doctor, los resultados de los diagnósticos indican que todo está funcionando perfectamente.
- ¿Que demonios está sucediendo? - pensó en voz alta el científico.
- Una coincidencia de portadoras de ondas ... - empezó a explicar Ian pero el doctor le interrumpió.
- Ya lo se, era solo una pregunta retórica. - se sentó, mas bien se dejó caer, en una pequeña e incomoda silla secretarial. Una señal de alarma emepezó a sonar - ¿Ahora que?
- Los patrones de onda están fluctuando peligrosamente en ambos pacientes, puede que sus cerebros se detengan en cualquier momento.
- Ian, administra 5mg de fluoxetina a los pacientes T-1 y T-3 y prepara electro choque, encaso de que no haya reacción favorable. - El doctor seguía mirando la pantalla, veía las ondas oscilar en dos cuadros, veía como si fueran una pareja bailando una siguiendo a la otra, una danza exótica, compleja, mortal.

...

    Había un intenso olor a canela, eso le hizo recordar a Evaristo aquella experiencia de su infancia cuando se cayó de la parte alta de su litera y fue a dar la frente contra el suelo, todo se llenó de luces, y un intenso olor a canela, que cuando recobró el conocimiento pensaba que su mama estaba haciendo pastel de manzana y lo primero que hizo fue pedirle un pedazo, Carmela no entendía la solicitud del hijo y solo supuso, correctamente, que había sido el porrazo en la cabeza.

- Evaristo - Las voz profunda de su padre resonó, todo olía a canela con mas intensidad.

La oscuridad parecía ceder, ahora que comprendía que lo que escuchaba era a su padre, "¿papá, eres tú?" se atrevió a preguntar en voz alta.

- Hijo, necesito que te calmes, por favor de lo contrario te puedes lastimar. - Un tono de urgencia se podía percibir.

Evaristo se concentró en calmarse, pero le parecía una tarea imposible, además, el olor a canela, ¿de donde provenía? decidió que podía atender lo de la canela en otro luego, entonces sintió como su mente se iba calmando, a la vez que el olor disminuía y su visión aumentaba, vio que aún sujetaba el marco de la ventana,  y que esta flotaba en el aire, luego sintió que alguien le observaba, a su izquierda a unos metros estaba su padre, pero no pudo soltarse de la ventana, hacía unos instantes había visto a su madre.

- ¡Papá! - gritó - ¿que está pasando? ¿estoy muerto?
- Es como si lo estuvieras. Yo tampoco se donde estoy. Pero muerto no, es una corazonada, no tengo la certeza, pero no creo que estemos muertos, al menos no desde el concepto religioso, esto no es ni el cielo ni el infierno ni nada que yo haya escuchado antes, además según los budistas...
- Papá, ¿podrías dejar de ser un profesor hasta en la muerte? - gritó Evaristo, sentía que la ira lo embargada y un olor a canela inundaba el ambiente. - ¿y por qué huele todo a canela?
- ¡Ah! ¡Eres tu! - Dijo con inmenso asombro - Creo que empiezo a entender. ¡Cálmate! creo que cuando te alteras, algo sucede que empieza a oler a canela.
- Como me pides que me calme, si hablo con mi padre que murió hace cinco años, ya se que mamá y tu se habían divorciado mucho antes, pero le afectó mucho, creo que por tu culpa mi mama está loca.

Un olor a café tostado invadió el ambiente.

- ¿A que huele? ¿a café? - Preguntó Evaristo, con enorme curiosidad, casi se olvidaba de su disgusto, cuando repentinamente imágenes de su hermana se vinieron a su mente.

- ¡Ramona! - Exclamaron hijo y padre a la vez. 
- ¡Ramona! - Había susto y sorpresa en el llamado.
- ¡Ramona! - gritaron a la vez que las imágenes se sucedían, esta vez con desesperación.

Pero repentinamente una ola de paz los invadió, y todo estaba tranquilo, sentían como si los hubieran vaciado y sus necesidades hubieran sido suplidas y solo quisieran dormir. Todo se volvió oscuro.

...

- Doctor, los pacientes están reaccionando favorablemente a los medicamentos. - intervino la voz fría de la I.A.
- Gracias Ian, por favor realiza exploraciones a a intervalos de 15 minutos, cualquier novedad me la notificas inmediatamente. Si el doctor Panace pregunta por mi dile que estoy investigando el paradero de mi hija y mi nieto, las autoridades no han conseguido restos de infantes en el atentado, así que probablemente no estuvieran por la zona.

- Afirmativo Doctor.



jueves, 3 de octubre de 2013

Burro


Jairo yacía en el suelo, la mitad izquierda de su rostro estaba cubierta de sangre, la hinchazón de de su ojo le había inutilizado parcialmente la visión, todo parecía un sueño, las cosas parecían moverse lentamente. El chillido de una niña desató una descarga de adrenalina que lo trajo momentáneamente a la realidad. Trató de enfocar la vista y vio al campesino golpear a Reina y hacerle caer de bruces sobre el piso, ella gritaba y lo llamaba. - "¡'airo! ¡'airo! ¡Ayudame!" - Jairo trató de moverse, pero no pudo, la piernas no le respondían, el cuello y la cabeza le dolían como nunca nada le había dolido nada en el mundo, pero eso no era peor que la desesperación de no poder hacer nada par ayudar a su hermana; solo podía pensar "estoy delirando, esto no pasa. ¿Cómo llegamos a esto?" Entonces  su cabeza empezó a llenarse de recuerdos; estaban en este paraje cuando el campesino, les dijo que esperaran. Era un lugar solitario, un claro en medio de la selva, el monte alrededor le llegaba al cuello pero no en este punto, acá habían hecho una pausa en el recorrido; solo eran ellos tres y un burro que llevaba unos fardos de contenido desconocido para Jairo y sobre los fardos iba Reina. El campesino hizo una pausa con la excusa de arreglar los fardos, Jairo aprovechó para mirar alrededor, estaba desorientado, todo era muy verde, en la selva en algunos momentos todo estaba oscuro y el verde era casi negro, en otros el sol entraba por las ramas de los arboles de manera tan intensa que las hojas parecían esmeraldas y el suelo era ocre, pero en el claro el sol llegaba al pleno, calen taba terriblemente, pero no hacía el calor húmedo de la selva, la camisa se le pegaba a su flaco cuerpo de tanta humedad y sudor de la larga caminata en la selva. Jairo miró a Reina que aún estaba sobre burro, el campesino estaba aun acomodando los fardos; todo esto lo hacía para poder llevar a Reina al lado venezolano, como no era el tutor responsable no tenía alternativa, mirando la selva aun se preguntaba si había tomado la mejor decisión allá en Cúcuta, cuando llegaron a la ciudad fronteriza pensaba en tomar un bus que cruzara las dos naciones, pero luego le dijeron que sin papeles que le adjudicaran la tutela de la niña no podría pasar, abandonó ese camino y decidió cruzar el río, como lo hacían muchos, pero el campesino le dijo que igual lo iban a detener; su amigo John una vez le dijo que la mejor manera de cruzar era por ese río, pero el restó importancia a la sugerencia de su amigo y prefirió prestar mas atención al campesino, entonces éste le llevó desde Cúcuta primero al sur a Bucaramanga, que le llenó de asombro por sus hermosos parques y arquitectura, aunque su paso fue breve por esa ciudad la impresión que recibió le hizo decidir que algún día volvería; luego, al oeste hasta la pequeña ciudad fronteriza de Arauca, donde descansan un día en un hostal sucio y mal oliente, a Jairo ya no le quedaba mucho dinero luego de adelantarle cierta cantidad al campesino, finalmente el recorrido los lleva por la selva, de un verde intenso, calurosa, olorosa, húmeda, atestada de insectos que parecieran querer comérselos vivos, de plantas que su roce podría arrancar la piel de los descuidados, de frutas que volverían loco al ignorante que las coma, finalmente luego de horas de deambular por la selva llegan a aquel paraje, la luz entraba por el techo abierto al cielo y ahí estaba Jairo mirando la selva tan lleno de sudor que la camisa se le pegaba al cuerpo, estaba flaco, llevaba días comiendo poco, dándole siempre lo mejor a Reina, durmiendo poco, velando por ella en sus horas de sueño, había visto al campesino mirarla con esos ojos de deseo que le recordaron al drogadicto que le habían ordenado matar por deber dinero al capo, el drogadicto estaba abordando a una colegiala, y su mirada estaba llena de un deseo insano, sádico, enfermizo; recordó como le dijo a la serpiente que se escondiera en mochila de la niña pero que no le hiciera daño, y la serpiente atacó al drogadicto cuando estuvo a punto de violar la niña, pero eso fue en otra vida, antes de huir, ahora tenía que cuidar a su hermanita, y tenía que llevarla a Venezuela, allá su tía los iba a albergar y cuidar, pero tenía que recorrer esta selva oscura.
 
    Jairo oyó a Reina gemir y se volteó a ver que era, luego un flash rojo lo cegó, el dolor, el golpe contra el suelo, Reina gritando, Jairo trata de levantarse, logra ponerse a gatas, pero recibe otro golpe del campesino, esta vez en la espalda, algo se rompe, el dolor es inmenso, no podía moverse, solo podía ver como el Campesino soltaba el palo, que caía sobre la tierra, sin levantar polvo, como la luz del sol llegaba al suelo y como el hombre caminaba hacia la niña y se aflojaba el cinturón del pantalón - "¡Reina! ¡Reina! ¡corre!" trató de gritar, pero solo logró articular algo que parecía mas un gemido. El campesino atajó la niña por el cabello cuando esta trató de salir corriendo, ella gritó de horror y dolor, luego la tiró al piso, Reina pataleó, el burro resopló ante el escándalo que ocurría detrás de él. Jairo sentía que las fuerzas le fallaban, su hermana le llamaba a gritos. El burro le observaba, sus ojos parecían decir que lo sentía mucho, estaban llenos de tristeza, Jairo miró esos ojos, sentía como la vida se le iba, peor el dolor de ver su hermana sufrir que el de morir así. "¡ayúdale! por favor, me muero, ella es una niña" le imploró lagrimas en el ojo sano que nublaban la visión de su hermana de bruces y el campesino que se bajaba los pantalones con una mano, mientras que con la otra sujetaba a Reina. "¡ayúdale¡" - gimió y el burro parpadeó una sola vez, la niña gritó cuando el campesino arrancó violentamente las bragas de la niña y las arrojó a lado del rostro de la niña cerca de las patas traseras del burro; con el rostro transfigurado de ansiedad y deseo sádico, un hilo de saliva le colgaba de la comisura de la boca, acercó su cintura a la niña dispuesto a abusar de ella.

    El burro rebuznó, y sus pezuñas traseras dejaron de tocar el suelo, se levantaron al aire llevando consigo parte de la tierra, primero la derecha, luego la izquierda, pasaron muy cerca del rostro de Reina, la primera se hundió en el rostro del campesino, haciendo desaparecer su nariz dentro del rostro ya deforme del campesino, un diente lleno de sangre salta de la boca para caer en la frente de la niña; casi inmediatamente la pezuña izquierda da de lleno en el pecho del campesino haciendo crujir sus huesos y volar inerte unos cuantos metros, cayendo pesadamente sobre la tierra seca y polvorienta, yaciendo con una respiración aparatosa, un poco de vida que no duraría mas de unos minutos.

    Reina lloraba desconsolada, sentada en el suelo, voltea buscando su hermano, y lo ve tirado entre la hierba seca y el polvo, los ojos idos llenos de lágrimas, el sol inclemente da de lleno sobre su cara, el burro se mueve de forma que una sombra se proyecta sobre él y le brinda protección. Reina se pone en pié y camina hacia su hermano.

"¡'Airo, No te mueras!", sendas lágrimas llegaban a la barbilla de la niña y caían sobre el pecho del hermano, "Tu no estas viejo, aun no tienes que morirte", abrazó a su hermano con mucha fuerza, Jairo sentía el calor de su pequeña hermana, le dolía tener que abandonarla, pero le reconfortaba su abrazo, siempre fue así, y ahora es un alivio, como el agua fresca en un día caluroso, de repente se sentía muy bien, tenía energía suficiente para abrazar a su hermana, "No mi reinita, jamás te dejaré desamparada" - sintió que podía mover sus piernas y se sentó y le sonrió a Reina y supo que iba a estar bien, que algo había pasado pero que sus heridas habían sanado; empezó a revisar sus piernas cuando un movimiento al borde de los árboles lo distrajo, vio un viejo sucio que tomaba el cuerpo del campesino por un brazo y lo jalaba al bosque como un muñeco de trapo, le pareció ver que el viejo besaba al campesino en el cuello, cuando se oyó una risa histérica desde el bosque que le hizo poner los vellos de punta, y algo le impulsó a decirle a su hermana "Vayámonos reinita, acá hay diablos o cosas peores"

lunes, 10 de junio de 2013

Sicario

   Sentado en la acera frente a su casa, en un barrio pobre de Bogotá, sosteniendo una serpiente muerta en las manos estaba Jairo, un joven blanco de cabellos muy negros y rostro salpicado de acné, estaba llorando, el animal lo había acompañado desde que tuvo que abandonar la pequeña granja de su familia. Jairo recordaba como había conseguido esa serpiente; fue cuando iba por el camino que va desde el pueblito hasta esta ciudad fría y plana, entonces le acometieron unas terribles ganas de orinar y se salió a un lado del camino, para ocultarse detrás de unos matorrales, cuando estaba desabrochando el cinturón del pantalón, la casualidad hace que mire a un lado y se percate de que había una serpiente en actitud amenazante a punto de asestar su mordida.

- Vea, no se le ocurra morderme, que capaz la que muera envenenada sea usted. - le dijo con un tono casual y tranquilo como el que le habla a un amigo. Y la serpiente no le mordió, bajó la cabeza y parecía mirarle con atención; al terminar se subió los pantalones y observó la serpiente por un rato, luego sin saber porqué le extendió la mano y el reptil trepó por su brazo y se escondió debajo de la manga de la camisa, y ahí quedó quieta disfrutando del calor del que pudo haber sido su victima. Pero de eso ya han pasado mucho años y muchos muertos.



  El ruido de la puerta de la pequeña casa de ladrillos y madera le hizo salir de su ensimismamiento. La niña le miraba con los ojos llenos de lagrimas, ella recorre en cuatro pasos, tantos  como años tiene, el espacio que la separa de él, y se sienta a su lado, muy derecha, todo lo que su infancia le permitía, y le mira piadosamente.

- Los siento 'airo - la voz angelical demostraba tanto sufrimiento como el que él mismo sentía.
- No te preocupes mi reinita bella, estaba vieja, todos los viejos se mueren algún día. - enrolló lo mejor que pudo la serpiente y la metió en una bolsa de tela que le regaló su abuela.
- ¿La 'güela también se va a morir? - le preguntó con los ojos abiertos de par en par, como si temiera que el evento fuera en ese momento.
- No que va, si para eso hace falta mucho. - le dice con un tono de despreocupación intencional para evitar asustar a la niña, a la vez que mira al interior de la casa.
- Vamos, reinita, echemos la culebra por un cerro para que sirva de comida a la vida nueva. - tomando de la mano a la niña y tirando de ella para caminar por el camino que conducía a la salida del barrio. Al llegar al lugar que consideró mas apropiado, lanza el paquete cerro abajo y se queda mirando un rato, vuelve a tomar la mano de la niña pero ella protesta.
- ¿Vea, 'airo, usted no piensa rezar? - su cara de enfado demandaba inmediata respuesta.
- No mi reinita, a los animales no se les reza - al ver la expresión de poco entendimiento de la niña, termina extendiendo la explicación -  es que los animales no tienen espíritu y los rezos son para el espíritu. 
- ¡ja! Pero sí tienen sentimientos - La voz no era la infantil voz de la niña, era gruesa y como si viniera de unos audífonos, nítida, sin ruidos, dio media vuelta y ahí estaba un perro Pastor Alemán sentado sobre sus cuartos traseros mirándole con indignación.
- ¿Pero que carajo? ¿Reinita usted sabe de quien es ese perro? - le pregunta a la niña ignorando al perro completamente.
- No 'airo, pero está muy bonito, ¿nos lo podemos quedar? - respondía alegremente a la vez que abrazaba sin temor el cuello del perro que le superaba en altura.
- No, no podemos, no sabemos de quien es y la abuela se va a enojar si se entera que nos robamos un perro. - Aunque sabía que a la abuela no le iba a importar, siempre preferiría un perro a una culebra.
- Yo no tenía dueño - dijo la voz esta vez sonaba mas a un ladrido que a una voz ronca, pero con una fuerte nota de alegría.
- ¿Como que no TENÍA dueño? ¿Acaso consiguió dueño mientras estamos acá? pero primero me dice porqué le entiendo - Pero no estaba sorprendido, el sabía que podía comunicarse con la serpiente o al menos que ella siempre entendía lo que él le decía, pero jamás le había respondido.
- ¿Y que no lo hace todo el mundo? - jadeó la voz al mismo tiempo que el perro se levantaba y se ponía a su lado - Mi amo eres tu - Jairo miró al perro unos instantes, le tomó la mano a la niña y se puso en marcha a la vez que le dice:
- Vamos a casa mi reinita, tenemos perro nuevo - y la niña saltó tomada de la mano de Jairo gritando de alegría.
- ¿Y este animal de quien es? - preguntaba la abuela desde el portal de la casa, ataviada con un vestido de una sola pieza hasta los tobillos, estampado de flores, a la vez que se ajustaba el poncho alrededor de los hombros.
- Es nuestro 'güela. Lo conseguimos cerca del cerro donde tiramos la culebra. - gritaba la niña a la vez que saltaba y abrazaba al perro, que se dejaba hacer dócilmente.
- Jairo, te vino a visitar el señor Benancio - le dijo su abuela a la vez que ponía una cara de desagrado como si un olor desagradable pudiera salir de ese hombre.

   El joven entró a la casa seguido del perro y de la niña, la abuela se quedó en el portal mirando la calle en una y otra dirección, avistó a una vecina y le hizo una seña para indicarle que estuviera atenta a cualquier eventualidad en la casa, se volvió y entró al calor y poca luz del hogar que consistía en tres espacios uno para cocinar, otro con una mesita y algunas silla baratas de madera, este el último separado del resto por una cortina de tela cuidadosamente elaborada donde dormían los tres.  En una silla junto a la mesa estaba un hombre de facciones indígenas, de poco pelo, piel cobriza, estatura media y un ojo ciego, en blanco, producto de alguna pelea de juventud, vestía un traje barato que no se ajustaba a su talla; al ver entrar a Jairo el hombre se puso de pie. 
- Tienes un trabajo nuevo - le dice a Jairo sin miramientos, ni saludos, ni protocolos.
- ¡Ay que pena su mercé! Pero ya no puedo hacer trabajos, se murió la culebra. - al mismo tiempo mira el suelo de barro pisado, como si esperara verlo llenos de lágrimas en cualquier momento.
- ¡Que pena ni que carajo! Usted me hace el trabajo, o usted se vuelve el trabajo, o su abuela o su hermanita. - El hombre apuntaba la niña, que abrazaba al perro con los ojos llenos de miedo antes los gritos de aquel tipo horrible.
- Este hombre apestoso, huele a muerto, le voy a morder tan duro que no volverá jamás a meterse con mi amo. - la voz era un gruñido fiero e intenso - ¡No! -  Dijo Jairo al perro, pero el hombre lo interpretó como una negativa a su demanda.
- ¿Como que no? Niño, ahora vas a ver como me cargo a la niña para que aprendas, para que sepas quien manda, y si haces algo, a ti también. - el hombre se llevó una mano al interior de la chaqueta del traje, ¡BAM! El ruido metálico de la sartén al chocar con la cara del hombre fue acompañado de un par de dientes y sangre, ¡BAM! repite el ruido, pero sumado a otro como el de un trozo de madera cuando se rompe y el cuerpo del hombre se desploma.
- ¡Abuela! ¡Pare! ¡Pare! - Pero Jairo no hizo el intento de quitarle la sartén a la abuela.
- ¡Otro! ¡Otro! ¡Me gusta esta señora! - Ladraba el perro con obvia excitación.
- Jairo toma a tu hermana y vete a casa de tu tía en Venezuela - a la vez saltaba sobre el cuerpo tendido en el piso y corría a la habitación para luego salir con un fajo de billetes, documentos de identificación y un pedazo de papel.
- Toma hijo, toma, corre y no digas a donde vas, no te preocupes por mi, ya estoy vieja no me harán nada.     
   Él tomó el dinero, los documentos y vio que en el papel había anotada una dirección en Caracas, sujetó a la niña de la mano y caminó rápido a la puerta, una vez junto a ella se voltea y mira al perro 
- Cuida a la abuela. - El can movió la cola en señal de afirmación.
- Corre, hijo corre y no use mas animales para matar, búsquese un trabajo honrado, Dios lo bendiga y me lo cuide. - Las lágrimas de la abuela caían sobre el suelo de tierra pisada; Jairo se juró así mismo nunca mas desobedecer a esa mujer que sabía cosas de él que jamas había contado a nadie y sin embargo le había dado tanto amor.


lunes, 3 de junio de 2013

El color de la vida es rojo


   La habitación que ocupaba desde hace un lustro era oscura, alguna vez las paredes fueron blancas, pero ahora eran grises con manchas de las que no recordaba su origen y probablemente era mejor así. Un persistente olor a humedad, orines y heces impregnaba el ambiente, había mucha humedad y calor, la única pequeña ventana que poseía la habitación jamás era abierta.  La habitación era lo suficientemente grande para que cupiera su catre, una pequeña mesita y la silla donde diariamente se sentaba la odiosa enfermera que le alimentaba, porque él estaba muy débil para hacerlo por sí mismo, la humedad, falta de ventilación y el poco aseo que le prestaban habían reducido su salud al mínimo. Habían días que soñaba con una muerte silenciosa en la cama, y otros en los que se sentía un poco mas fuerte y soñaba con asesinar a la enfermera, sin embargo, hoy no era uno de esos, apenas un hilo de luz entraba por la ventana tan sucia que parecía cristal biselado, y el hedor de heces de su entre pierna era comparable con el de la comida en mal estado que le presentaba la malvada enfermera en la bandeja que disponía en frente a él.

    Con sus ochenta años cumplidos, Bryan suponía que solo había algo en la vida que le iba a sorprender y podía ocurrir en cualquier momento, sobre todo en ese patético asilo, donde la ausencia de salubridad, la alimentación deficiente a los internados y sobre todo la falta de cariño a los mismos, aceleraban el evento. Estaba sentado en una silla de ruedas en un estado tan deplorable que no podría hacerla rodar aunque tuviera fuerzas, sobre su regazo una bandeja con un plato lleno de algo que se suponía debía comer, y que comería porque la fuerza de la enfermera era mayor que la suya y no quería sufrir heridas en las encías cuando esta le forzara la cuchara en la boca, así que se dejaba someter. Bryan odiaba esa mujer, siempre se imaginó como sería si los papeles se invirtieran, la imaginó indefensa, desdentada, se imaginaba así mismo cerrando la puerta de la habitación y forzándola a chuparle el pene con esas encías que no podían lastimarle. Algunas veces sentía que era lo suficiente fuerte para imaginar que podía someterla y penetrarla a la vez que la mordía salvajemente, otras veces soñaba que lo cortaba los pezones y le lamía la sangre que brotaba de las heridas en los senos.


- Hummm - se quejó


- ¿que te pasa viejo? Te toca comer la misma mierda de siempre, ya deberías estar acostumbrado - le espetaba la enfermera a la vez que sonreía con frialdad.


    Extrañaba ser joven, ser aquel guapo hombre que deambulaba por las noches de cualquier ciudad del mundo, conquistando bellas mujeres, mujeres no tan bellas, o en realidad a cualquier mujer, para luego llevarlas a un hotel, una discoteca, un antro cualquiera, tener sexo con ellas, quisieran o no, y algunas veces llegar al orgasmo mientras le mutilaba un labio, una oreja o hasta el pezón con los dientes. Una vez mató a una de sus conquistas, aún recordaba la potencia de la erección, la fuerza de sus brazos, cuando sujetaban a la mujer, recordaba que la penetró y ella gritó; tomó el cenicero de la mesita de noche y le golpeó el rostro y se hundió más en ella y con un beso probó la sangre de la mujer, luego aflojó la cintura, aquello casi le hizo acabar, vio el rostro deformado y volvió a embestir, con el pene su vagina y con el cenicero la cara ya mutilada y acabó en un orgasmo que pocas veces había tenido en su vida, y ella murió asfixiada por su propia sangre; él se levantó y fue a lavarse al baño, al verse lleno de sangre frente al espejo tuvo otra erección y regresó a la cama y penetró el cadáver hasta que volvió a acabar; entonces descubrió que el cuerpo inanimado no le producía placer, se sentía fuerte, vigoroso, como nunca antes lo había sido, pero sabía que esa experiencia no debía ser repetida. Se duchó, vistió y observó el cuerpo en la cama de sábanas que antes eran blancas y ahora estaban teñidas de rojo, no sentía remordimiento, tampoco placer en lo que veía, simplemente lo consideraba el resultado inevitable, el precio del placer, y nunca más mató a otra mujer. Ël se conocía muy bien, sabía que si flaqueaba en eso, podría convertirse en un vicio. Pero de eso ya hace tanto tiempo, en una ciudad tan lejana, ahora estaba aquí en un geriátrico, decrépito, desdentado, débil, solo podía soñar, solo se permitía soñar con la vida que llevó cuando fue joven.

La enfermera cortaba con el cuchillo un poco de la carne, Bryan observaba, era un pedazo muy grande para poder masticarlo, podría ahogarse fácilmente.

"Me quiere matar"

- Vamos señor Bryan abra la boca, que necesita comer carne, usted sabe, por la proteínas.


   Él levantó la mano para sujetar el brazo de la enfermera, pero esta se deshizo del agarre con brutalidad y le obligó a colocar la mano sobre la bandeja, luego lanzó el tenedor hacia la boca del viejo, esta vez decidió poner resistencia, lo cual provocó una reacción de sorpresa, seguida de ira en la enfermera.

- Bueno viejo, ¿ahora te vas a poner rebelde? - susurró con un tono de disgusto no disimulado.

- No. - dijo apretando los labios.

- Abre tu boca hedionda que quiero salir de aquí temprano.

-No. - gimió y apretó mas lo labios

- Hoy voy a tirarme a mi novio hasta dejarlo seco y necesito ir a comprar un poco de afrodisíaco, pero de ese blanco que no venden en todos lados - y hundió con fuerza en tenedor en la boca del viejo - a lo mejor te traigo un poco para que estires la pata con una sonrisa en la cara, aunque pensándolo mejor, sería excelente que te murieras esta noche, así tendría el día libre mañana.

- ¿Lloras viejo? Qué blando eres, ¿como es que llegaste a viejo? eres patético, encerrado aquí, sin familia alguna que te cuide, supongo que eras impotente o algo así que nunca preñaste a una mujer, a lo mejor no te gustaban las mujeres, seguro que te gustaba un macho que te hiciera sentir como una dama.

- Maldita, me tiré a mil mujeres y ninguna fue tan puta como tu. -dijo débilmente

    La verdad, es que si había tenido una vida sexual anormalmente activa, era rara la noche en que no había llevado una mujer a la cama. Solo amó a una mujer en toda su vida, pero ella había entregado su cariño a aquel guapo político, de carrera prometedora, que era tan hábil en la forma de tratar a los otros que seguramente sería presidente o algo mejor. Bryan lo comprendía bien, aquel joven era lo que él nunca sería, sin embargo, el joven político también se ganó su corazón y le amó con sinceridad, un día no aguantaba más, decidió que debía confesar a ambos que los amaba, y al llegar a la casa de la pareja, consigue las puertas abiertas, al entrar, la escena en la sala principal le arruinó la vida, los seres que mas había amado en su vida yacían sentados en el sofá, abrazados, bañados por su propia sangre que aún emanaba de sus cuellos abiertos de lado a lado, desde entonces no hubo otro amor en su vida.

- jajaja viejo tu si que eres ocurrente, a lo mejor te cojo y te mueres en el proceso, te haría doble favor - el tono chillón le desesperaba y lo llenaba de ansiedad.

Al anciano le temblaba el pulso, le dolía la boca por culpa del tenedor que la enfermera forzó en ella, también sentía un creciente dolor en el pecho.

"Me voy a morir aquí y ahora, por culpa de esta perra."

La ira invadió todo su ser, y sin saber como sujetaba el cuchillo que estaba en la bandeja y como si toda su fuerza se estuviera concentrada en su escuálido brazo tensó todos los músculos.

"Mi primer y último acto de justicia en esta vida, no vas a joder a ningún otro viejo, puta."


   Y lanzó el cuchillo a la garganta de la enfermera, se clavó limpiamente y sin detener el movimiento cortó la tráquea y emergió libre junto a un chorro de sangre que le bañó el rostro. Débil, con la respiración entrecortada, la sangre corriendo por su cara caía en su boca, recordó la noche de la chica que asesinó, recordaba la fuerza que sentía, su virilidad activa, el sabor de aquella sangre, recordaba como había gozado mientras jugaba y bebía de la sangre de aquella mujer. No sabía cómo era posible pero ahí estaba de rodillas con el rostro hundido en el cuello de la degollada, él alzó la cara, chorreando sangre por la boca, se levantó y se lanzó por la ventana.

- Jajajaja - reía como un niño y como desquiciado a ratos, se sentía libre, feliz, fuerte.

No sabía cómo era posible pero estaba corriendo, corría por el monte, recordaba los ojos de la puta enfermera como suplicaban y como le produjo una erección y como se empujó él mismo a beber la sangre directamente de la herida en el cuello, pero de algo estaba seguro, quería más, necesitaba mucho más.

lunes, 27 de mayo de 2013

Rubí


-Ramona, hija, ve a buscar a tu hermano, estoy asustada, acaba de ocurrir un atentado explosivo en el centro - La angustia manifiesta en la voz de la madre hizo que Ramona dejara la comodidad de su cama más rápido que la misma noticia del atentado.
- ¿Cómo es la vaina mamá? ¿Cuándo? ¿dónde? Llama a Evaristo que busque él a Candelario, voy corriendo a la comisaría - Le gritaba a su madre a la vez que se ponía el sostén.
- Hija las líneas están congestionadas, no puedo comunicarme con tu hermano por eso te lo estoy pidiendo a ti.
- Tranquila mamá, salgo corriendo, usaré el móvil del cuerpo de investigadores para llamar a Evaristo.
-Ve con cuidado hijita, tengo la sensación de que esto es solo el principio
-¡Ay mamá! tu no eres adivina, no seas pavosa.

    Pero Ramona sabía que cuando su mamá tenía un presentimiento, era muy probable que eso sucediera, cuando soñaba con un número casi siempre acertaba, siempre jugaba ese número en la lotería comunal, ella decía que no ganaba en la lotería nacional porque estaba amañada. Ramona es la hija del medio, su hermano mayor, Evaristo, es ejecutivo de ventas de una transnacional de productos nutricionales y pasa todo el día caminando por la ciudad ubicando sus clientes, el hermano menor es Candelario, estudia séptimo grado, y es un chico de cabellos rubios y rizados, dinámico y responsable, la adoración de su familia. Ramona es una mujer alta y esbelta, de cabellos largos y rojizos, de no ser por su belleza habría sido un niña traumada, en el colegio siempre le ponían nombres, como fósforo, techo incendiado o cerro prendido, pero eso a ella nunca le afectó, porque igualmente muchas personas alababan lo hermosa que era y le decían que debería dedicarse a ser modelo, pero ella nunca había querido esa profesión, lo de ella era ser policía, así fue como al terminar el bachillerato se inscribió en la academia de investigación policial, de eso ya hace seis años, y no solo era la más hermosa mujer policía, también fue una de los mejores de su promoción, actualmente se desempeña como comisario y dirige el Departamento de Casos Complejos o “departamento de cangrejos” como lo llaman sus propios colegas de forma informal, ella era la encargada de hacer el último intento en resolver aquellos casos que nadie había podido hasta ahora, como aquel que parecía crimen pasional, donde no se podía acusar a la novia del hombre que había terminado como guarda cuchillos humano, aunque una docena de cuchillos tenía clavados, ninguno tenía huella digital o ADN de la mujer, y ella se defendía diciendo que el marido se los lanzó él mismo, o como aquel de la madre homicida que lanzó a su bebé de tres meses desde el balcón del séptimo piso de su residencia y un borracho, único testigo del hecho, decía que el bebé rebotó 3 veces antes de caer en sus brazos, sin un solo rasguño, lo único que se pudo hacer es ingresar en un hospital psiquiátrico a la madre porque creía que había parido un balón de baloncesto.



    El tráfico estaba terrible, como era de suponerse luego de un atentado dinamitero en el centro de Caracas, que normalmente es muy complicado. Ramona decidió dejar su carro en un estacionamiento público y terminar de caminar el trayecto que quedaba hasta la comisaría, intentó llamar a Evaristo pero el móvil aparecía desconectado; caminando a toda prisa desvió el  rumbo para dirigirse al colegio de Candelario, había mucha gente cuya preocupación o miedo se reflejaba en sus caras, algunos caminaban a un paso mas acelerado que el de ella, al fin llegó a la puerta del colegio, el guardia en la recepción la reconoció, le dedicó un breve saludo y le dejó pasar, dentro del colegio había un gran número de padres, madres esperando por sus hijos, le preguntó a la encargada de la recepción por Candelario, del séptimo grado, y esta le dijo que hoy no habían tenido clases en el último bloque de horas y muchos muchachos decidieron irse a sus casa por sus propios medios, algunos en grupos otros de forma solitaria. Los niveles de preocupación de Ramona se elevaron drásticamente, sentía un calor que la invadía, una sensación incómoda que comenzaba desde la superficie de su piel.

“Debí haberle comprado el bendito celular con GPS como me había sugerido la loca de Marxia.”

    Volvió a intentarlo con Evaristo, seguía sin poder conectar con su móvil, colgó, miró una litografía colgada en la recepción que reflejaba el gran incendio de Roma, le gustó la calidez de los colores, tonos de rojo y amarillos, el brillo y las sombras proyectadas que parecían arder también, pero no le agradó el motivo ni la ubicación de la copia de la obra, le pareció de mal augurio, luego del atentado de hace un par de horas; sonaba su teléfono móvil y no se dio cuenta hasta que había repicado unas cuantas veces.

- Aló. ¡Candelario! Donde coño estás metido… ¿que pasa? Habla mas lento no te entiendo… Evaristo… ¿que tu que? Dime donde estás que voy para allá a buscarte.

    Ramona corrió a la salida, hasta su auto, condujo por treinta minutos hasta llegar al aeropuerto de Maiquetía, la terminal nacional estaba abarrotada de gente tratando de salir de Caracas, algo que le impresionó es que era la primera vez que le abrumaba los olores en el aeropuerto, había una variedad y potencias mayores que las de costumbre, un hombre recostado de una máquina expendedora de refrescos tiritaba envuelto en un sobretodo, tenía la frente perlada por el sudor, estuvo a punto de acercarse al sujeto cuando un miembro del personal de seguridad del aeropuerto le abordó y preguntó si se hallaba bien, Ramona decidió dirigirse a el mostrador de la aerolínea:

- Buenas tardes señorita, necesito un pasaje a Maturín

- Buenas tardes, me permite su identificación. El próximo vuelo sale en 1 hora solo nos quedan dos asientos disponibles.

- Con uno me basta gracias. - Ramona no estaba de humor y ya empezaba a notar como se estaba volviendo más grosera al hablar. La moza del mostrador no recibió con alegría la respuesta.

- Lo siento, señorita, se acaban de apartar los dos últimos asientos, deberá esperar el siguiente vuelo para mañana a las siete am.

- ¿Como es la vaina? - La bestia había sido liberada, la sangre le hervía, sentía como los colores se le subían a la cabeza - Aquí tiene otra identificación, señorita - y le muestra su placa de oficial de la policía - ahora consígame ese asiento para el siguiente vuelo si es tan amable - Su voz era fría como el acero y afilada como una navaja, a la vez que sujetaba con toda su fuerza la placa de la comisaría.

- Discúlpeme señora oficial, en seguida le entrego su boleto. - La muchacha trabajó con una celeridad impresionante, probablemente mas para quitarse de encima a la agente, que por temor. - Aquí está, tome y tenga un feliz viaje.

- Gracias, señorita. - Sujetó el boleto, verificó la hora de partida y se encaminó al área de abordaje.

Su cabeza bullía de interrogantes y cada una de ellas generaba otras dos mas.
“¿De dónde sacó dinero para comprar un boleto aéreo para Maturín? ¿Como hizo para abordar un avión sin un permiso de su representante legal? Maturín está siete u ocho horas de Caracas si se viaja por tierra, o a unos cincuenta minutos en avión, es lógico que quiera ir lejos después de lo de hoy, pero ¿por qué Maturín? ¡Claro! Su padre vive allá, también es lógico que quisiera ir con su padre, pero como es eso que perseguía a Evaristo y luego...” - Ramona no quería pensar en la locura que le había dicho Candelario, tomó el móvil y llamó a un colega en el Departamento de Investigación Antiterrorista.

- Hola Guaicaipuro, ¿como estas?
- Me alegra mucho, bueno resolviendo unos problemas repentinos, pero me imagino que tú debes tener unos peores que los míos, sin embargo necesito un favorcito tuyo.

Ramona asintió como si estuviera hablando frente a su interlocutor.

- Necesito que me envíes por correo la lista de las víctimas del atentado apenas la tengas. Gracias Guaicaipuro, te debo un favor.

Colgó el móvil pero seguía igual de inquieta. No pasó mucho antes que volviera a sonar.

- Hola mamá. Candelario está bien, voy a buscarlo. Que ya sabías que estaba bien, ¿acaso Candelario habló contigo primero? Entonces ¿como lo sabes? No mamá, tu no viste a papá, papá murió hace diez años, mamá....mamá mejor hablamos de esto cuando regrese con Candelario... ¿como sabes que voy a Maturín? … ¿Papá? no sigas por favor… ¿QUE? Tranquilízate ya vas a ver que Evaristo regresa en la noche a casa, seguro que se quedó sin batería en el móvil, ve donde la señora Martha y quédate con ella hasta que yo regrese, por favor mamá, te quiero mucho.
 "Ahora mamá está perdiendo la cordura ¿cómo es eso de que papá le habló en la tele? ... coño"

    El padre de Evaristo y Ramona, había muerto cinco años antes en un accidente automovilístico, Candelario es hijo del segundo matrimonio de Carmina, el padre de Candelario era un investigador Científico del Ivic, cuyo avión desapareció hace tres años en el Amazonas cuando regresaba luego de una investigación sobre artefactos indígenas. Carmina siempre se acusaba así misma como portadora de mala suerte para sus maridos, que su buena suerte en la lotería absorbía la suerte en las relaciones, lo cierto es que algo había de eso, porque en su fiesta de quince años Carmina se había fijado en el guapo amigo de su primo Pancracio, un joven que se llamaba  Eustaquio, que no dejó de observarla la mayor parte de la noche, Petra su mejor amiga le había dicho “te apuesto a que Eustaquio, se te declara esta noche”, y Carmina aceptó el reto, apostaron un vestido verde contra un discman nuevo que le habían regalado a Petra recientemente, una hora más tarde, Carmina había ganado la apuesta, por supuesto, y Eustaquio era trasladado a una clínica con los zapatos orinados por un perro, el traje manchado de helado de fresa, dos dientes menos y un tenedor clavado en la coronilla, en un mar de gritos y chillidos de las madres y tías horrorizadas por el espectáculo, una sucesión de accidentes tragicómicos que hasta el día de hoy nadie se explica.

    Candelario le volvió a llamar, y ella le ordenó que tomara un taxi que lo llevara al aeropuerto, que se verían allá en no más de dos horas. Ya era hora de abordar el avión, le tocó el último puesto del lado del pasillo, eso le hizo recordar la serie Perdidos y los que se salvan por estar en la cola del avión.

"Eso es pura ficción, fantasía barata, y la vida real no es así, o llegas bien a tu destino o te mueres antes de llegar, pocos son los que pueden decir otra cosa."

   Había transcurrido cuarenta minutos desde el despegue cuando ya podía ver la ciudad, edificada sobre una meseta, amplia, llana, con pocos edificios elevados y grandes distancias entre las distintas zonas, también muchos terrenos baldíos esperando por inversionistas para que construyan sobre ellos, no era una ciudad atractiva, y mucho menos divertida, apenas tenía dos centros comerciales grandes y uno de ellos no tenía dos años de inaugurado. El avión aterrizó y ella desembarcó sin novedad, como no llevaba equipaje no tuvo que detenerse en la cinta transportadora, que no era más que una correa sin fin que atravesaba una pared desde el exterior por donde llegaban los carritos con el equipaje del vuelo para luego volcar todo su contenido, que algunos muchachos maleteros posteriormente lanzaron sobre la cinta. Salió de la sala de desembarque mirando en todas las direcciones que podía, cosa que no tomaba mucho tiempo porque el recinto de recepción era realmente pequeño, buscaba con el corazón en el cuello a su hermano menor, cuando lo vio sentado en uno de los asientos de la sala de espera, con el mismo pantalón azul marino, la camisa celeste, los zapatos negros y la mochila traslúcida con los útiles escolares, tal como había salido de casa temprano esta mañana, aceleró el paso y llegó hasta donde estaba él, y se sentó a su lado, quería abrazarlo y besarlo, pero a la vez sentía la necesidad de gritarle y darle un par de cachetadas.

- Hola. - Con la voz quebrada fue lo único que pudo decir.

    Él no había notado su llegada, alzó la vista y la cara se le llenó con una expresión de alivio o alegría o de ambas, con los ojos bien abiertos y llenos de lágrimas repentinas, se lanzó a su cuerpo buscando un abrazo, que Ramona correspondió con creces.

- Mona, mona, yo no hice nada, no sé que pasó, no fui yo. - Balbuceó, entre lloriqueo, y el sonido de la voz apagado contra el pecho de Ramona.

- ¡Mírame Cande, mírame! - Le tomó el rostro entre las manos y le obligó a mirarle la cara. - Vamos a casa, no pienses, cuando estemos allá, me contarás todo, vamos a llamar a Evaristo y…

    De repente el chico se separó de Ramona, se llevó las manos a la cabeza, chilló y lloró de manera incontrolable, trató de tomarle las manos pero Candelario se levantó violentamente y la enfrentó:

- Yo lo vi - Gritaba con la cara llena de lágrimas - quería alcanzarlo.

- Cálmate, Cande, todos te están mirando.

- Y todo pasó tan rápido Mona, el ruido, el calor, to … to … todo. - ahora su voz estaba ahogada por el llanto. - Yo no lo vi mas, él estaba ahí, mona.

Ramona, no era tonta, sabía que hablaba del atentado explosivo de esta mañana.

- ¿De que hablas Candelario, no te entiendo? - La voz de Ramona reflejaba, terror, tenía miedo de una respuesta que ella ya sospechaba.

- Yo iba detrás de él quería alcanzarlo - Le dijo a la vez que caía de palmas al suelo, con la vista baja.

- ¿De quien hablas?, ¡dime! - Ramona ya estaba llorando arrodillada frente a su hermano.

- Evaristo.

    Una sola palabra, un solo nombre y el mundo de Ramona se hizo demasiado pequeño, caluroso, sentía que ardía y luego cayó de rodillas en medio de los gritos de la gente y de su hermano que la miraba con una expresión de asombro.

lunes, 13 de mayo de 2013

Prólogo

Era  un día gris, esperar para que la luz de peatones cambiara y así poder cruzar la calle parecía tomar una eternidad y una absoluta estupidez.- << ¿por qué esperar? ¿Acaso disponía de tiempo para eso? >>- Él sabía que estaba muriendo, sabía que iba a ser una muerte larga y seguramente dolorosa, y todo había comenzado con una serie de pequeñas molestias, un ligero escozor allá, un rosetón por el otro lado, y poco a poco su cuerpo empezó a manifestar mas cambios, producto de su padecimiento, la mayoría solo cosméticos, que no tardaron en producir sensaciones incómodas y que finalmente producirían mucho sufrimiento.

<< No hay antibiótico que me cure, ni radiación que frene el avance, ni analgésico que pueda calmar los dolores. >>- sus pensamientos giraban alrededor de este tema desde que fue diagnosticado.- << Estoy perdiendo la cordura, no es posible que solo pase el día compadeciéndome ¿pero que otra cosa puedo hacer? voy a morir pronto, y nada tengo que dejar en orden, no hay pendientes, ni planes inconclusos, bien podría morir ya, nada se perdería. >>

Y la luz cambió, pero él no se movió, solo se quedó ensimismado, marinándose en sus pensamientos morbosos, con la mirada perdida, viendo sin mirar, con la sensación del tiempo pasando lentamente, la señora y el cochecito con el bebé cruzando la calle. el ejecutivo y su maletín lleno de documentos, el estudiante con su mochila en la espalda, los vehículos detenidos, llenos de personas haciendo su vida, la pareja que pelea en el lujoso Toyota, la chica que se maquillaba usando el espejo retrovisor, el autobús lleno de gente leyendo el periódico, escuchando música, conversando e incluso el auto con placas de cuerpo diplomático de una importante nación europea que detenido daba la sensación de estar también estancado en el tiempo, sin pensarlo en algún momento había echado a andar, y ya había alcanzado a la señora del cochecito.
<<Algo no anda bien>>- pensaba, a la vez que se concentraba en la escena. -<< ¿dónde está el grupo de escoltas? coño, esa mierda está explotando. >>

Lo siguiente que vio fue el auto de la chica que se maquillaba ,deformarse, los cristales estallar e incrustarse en el rostro de ella antes de envolverla en llamas, el ejecutivo ya no tenía los pies sobre el pavimento, iba por los aires, una pierna en un ángulo imposible y otra totalmente separada del cuerpo y el maletín arrojaba los documentos en llamas como serpentinas en carnaval; alcanzó a ver el horror en los rostros de los usuarios del autobús antes de que la explosión los derritiera, aplastara o hiciera estallar, y era su turno y el de bebé en su cochecito << Yo que creía que iba a morir en la cama de un hospital, al final moriré violentamente. Pero este bebé ¿por qué debe morir hoy? ¿Que culpa tiene de lo que pasa, si aún no puede ni escoger? Yo voy a morir de todas formas, si me atravieso quizás pueda salvarlo. >> Sabía que era un razonamiento estúpido, lo violento de la explosión los iba a destruir a ambos y aun así lo hizo, se lanzó y abrazó el cochecito, y pudo ver la cara de niño, sus ojos negros y mejillas regordetas, enmarcadas por la piel canela, en una expresión de absoluta inocencia. <<No, no deberías morir hoy, no quiero que mueras hoy. >> - sintió como el calor lamía su espalda y el ruido terrible, todo se llenó de luz y luego igualmente rápido todo se oscureció y se tornó silencioso. <<Vaya, morir no duele tanto. >> - Pensó finalmente.