jueves, 3 de octubre de 2013

Burro


Jairo yacía en el suelo, la mitad izquierda de su rostro estaba cubierta de sangre, la hinchazón de de su ojo le había inutilizado parcialmente la visión, todo parecía un sueño, las cosas parecían moverse lentamente. El chillido de una niña desató una descarga de adrenalina que lo trajo momentáneamente a la realidad. Trató de enfocar la vista y vio al campesino golpear a Reina y hacerle caer de bruces sobre el piso, ella gritaba y lo llamaba. - "¡'airo! ¡'airo! ¡Ayudame!" - Jairo trató de moverse, pero no pudo, la piernas no le respondían, el cuello y la cabeza le dolían como nunca nada le había dolido nada en el mundo, pero eso no era peor que la desesperación de no poder hacer nada par ayudar a su hermana; solo podía pensar "estoy delirando, esto no pasa. ¿Cómo llegamos a esto?" Entonces  su cabeza empezó a llenarse de recuerdos; estaban en este paraje cuando el campesino, les dijo que esperaran. Era un lugar solitario, un claro en medio de la selva, el monte alrededor le llegaba al cuello pero no en este punto, acá habían hecho una pausa en el recorrido; solo eran ellos tres y un burro que llevaba unos fardos de contenido desconocido para Jairo y sobre los fardos iba Reina. El campesino hizo una pausa con la excusa de arreglar los fardos, Jairo aprovechó para mirar alrededor, estaba desorientado, todo era muy verde, en la selva en algunos momentos todo estaba oscuro y el verde era casi negro, en otros el sol entraba por las ramas de los arboles de manera tan intensa que las hojas parecían esmeraldas y el suelo era ocre, pero en el claro el sol llegaba al pleno, calen taba terriblemente, pero no hacía el calor húmedo de la selva, la camisa se le pegaba a su flaco cuerpo de tanta humedad y sudor de la larga caminata en la selva. Jairo miró a Reina que aún estaba sobre burro, el campesino estaba aun acomodando los fardos; todo esto lo hacía para poder llevar a Reina al lado venezolano, como no era el tutor responsable no tenía alternativa, mirando la selva aun se preguntaba si había tomado la mejor decisión allá en Cúcuta, cuando llegaron a la ciudad fronteriza pensaba en tomar un bus que cruzara las dos naciones, pero luego le dijeron que sin papeles que le adjudicaran la tutela de la niña no podría pasar, abandonó ese camino y decidió cruzar el río, como lo hacían muchos, pero el campesino le dijo que igual lo iban a detener; su amigo John una vez le dijo que la mejor manera de cruzar era por ese río, pero el restó importancia a la sugerencia de su amigo y prefirió prestar mas atención al campesino, entonces éste le llevó desde Cúcuta primero al sur a Bucaramanga, que le llenó de asombro por sus hermosos parques y arquitectura, aunque su paso fue breve por esa ciudad la impresión que recibió le hizo decidir que algún día volvería; luego, al oeste hasta la pequeña ciudad fronteriza de Arauca, donde descansan un día en un hostal sucio y mal oliente, a Jairo ya no le quedaba mucho dinero luego de adelantarle cierta cantidad al campesino, finalmente el recorrido los lleva por la selva, de un verde intenso, calurosa, olorosa, húmeda, atestada de insectos que parecieran querer comérselos vivos, de plantas que su roce podría arrancar la piel de los descuidados, de frutas que volverían loco al ignorante que las coma, finalmente luego de horas de deambular por la selva llegan a aquel paraje, la luz entraba por el techo abierto al cielo y ahí estaba Jairo mirando la selva tan lleno de sudor que la camisa se le pegaba al cuerpo, estaba flaco, llevaba días comiendo poco, dándole siempre lo mejor a Reina, durmiendo poco, velando por ella en sus horas de sueño, había visto al campesino mirarla con esos ojos de deseo que le recordaron al drogadicto que le habían ordenado matar por deber dinero al capo, el drogadicto estaba abordando a una colegiala, y su mirada estaba llena de un deseo insano, sádico, enfermizo; recordó como le dijo a la serpiente que se escondiera en mochila de la niña pero que no le hiciera daño, y la serpiente atacó al drogadicto cuando estuvo a punto de violar la niña, pero eso fue en otra vida, antes de huir, ahora tenía que cuidar a su hermanita, y tenía que llevarla a Venezuela, allá su tía los iba a albergar y cuidar, pero tenía que recorrer esta selva oscura.
 
    Jairo oyó a Reina gemir y se volteó a ver que era, luego un flash rojo lo cegó, el dolor, el golpe contra el suelo, Reina gritando, Jairo trata de levantarse, logra ponerse a gatas, pero recibe otro golpe del campesino, esta vez en la espalda, algo se rompe, el dolor es inmenso, no podía moverse, solo podía ver como el Campesino soltaba el palo, que caía sobre la tierra, sin levantar polvo, como la luz del sol llegaba al suelo y como el hombre caminaba hacia la niña y se aflojaba el cinturón del pantalón - "¡Reina! ¡Reina! ¡corre!" trató de gritar, pero solo logró articular algo que parecía mas un gemido. El campesino atajó la niña por el cabello cuando esta trató de salir corriendo, ella gritó de horror y dolor, luego la tiró al piso, Reina pataleó, el burro resopló ante el escándalo que ocurría detrás de él. Jairo sentía que las fuerzas le fallaban, su hermana le llamaba a gritos. El burro le observaba, sus ojos parecían decir que lo sentía mucho, estaban llenos de tristeza, Jairo miró esos ojos, sentía como la vida se le iba, peor el dolor de ver su hermana sufrir que el de morir así. "¡ayúdale! por favor, me muero, ella es una niña" le imploró lagrimas en el ojo sano que nublaban la visión de su hermana de bruces y el campesino que se bajaba los pantalones con una mano, mientras que con la otra sujetaba a Reina. "¡ayúdale¡" - gimió y el burro parpadeó una sola vez, la niña gritó cuando el campesino arrancó violentamente las bragas de la niña y las arrojó a lado del rostro de la niña cerca de las patas traseras del burro; con el rostro transfigurado de ansiedad y deseo sádico, un hilo de saliva le colgaba de la comisura de la boca, acercó su cintura a la niña dispuesto a abusar de ella.

    El burro rebuznó, y sus pezuñas traseras dejaron de tocar el suelo, se levantaron al aire llevando consigo parte de la tierra, primero la derecha, luego la izquierda, pasaron muy cerca del rostro de Reina, la primera se hundió en el rostro del campesino, haciendo desaparecer su nariz dentro del rostro ya deforme del campesino, un diente lleno de sangre salta de la boca para caer en la frente de la niña; casi inmediatamente la pezuña izquierda da de lleno en el pecho del campesino haciendo crujir sus huesos y volar inerte unos cuantos metros, cayendo pesadamente sobre la tierra seca y polvorienta, yaciendo con una respiración aparatosa, un poco de vida que no duraría mas de unos minutos.

    Reina lloraba desconsolada, sentada en el suelo, voltea buscando su hermano, y lo ve tirado entre la hierba seca y el polvo, los ojos idos llenos de lágrimas, el sol inclemente da de lleno sobre su cara, el burro se mueve de forma que una sombra se proyecta sobre él y le brinda protección. Reina se pone en pié y camina hacia su hermano.

"¡'Airo, No te mueras!", sendas lágrimas llegaban a la barbilla de la niña y caían sobre el pecho del hermano, "Tu no estas viejo, aun no tienes que morirte", abrazó a su hermano con mucha fuerza, Jairo sentía el calor de su pequeña hermana, le dolía tener que abandonarla, pero le reconfortaba su abrazo, siempre fue así, y ahora es un alivio, como el agua fresca en un día caluroso, de repente se sentía muy bien, tenía energía suficiente para abrazar a su hermana, "No mi reinita, jamás te dejaré desamparada" - sintió que podía mover sus piernas y se sentó y le sonrió a Reina y supo que iba a estar bien, que algo había pasado pero que sus heridas habían sanado; empezó a revisar sus piernas cuando un movimiento al borde de los árboles lo distrajo, vio un viejo sucio que tomaba el cuerpo del campesino por un brazo y lo jalaba al bosque como un muñeco de trapo, le pareció ver que el viejo besaba al campesino en el cuello, cuando se oyó una risa histérica desde el bosque que le hizo poner los vellos de punta, y algo le impulsó a decirle a su hermana "Vayámonos reinita, acá hay diablos o cosas peores"

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